Aprender a cuestionar todo

¿Nos llama Dios a una obediencia ciega, o espera que pongamos en juego el intelecto que nos ha dado?

Era el cuarto grado.

Nuestra clase estaba trabajando con globos envueltos en papel maché. Trazamos las formas de los continentes en el papel y las recortamos, luego empezamos a pegarlas en su sitio. Primero América del Norte, luego América del Sur y después Asia.

Era el momento de fijar Europa en el globo. Mi amigo Robert y yo sabíamos exactamente dónde iba Europa: unida a Rusia en el continente asiático. Exprimimos un trozo de pasta blanca en el reverso de Europa y lo colocamos donde debía ir.

Miramos a nuestro profesor, que, para nuestro horror, estaba diciendo a la clase que pegara Europa demasiado al sur, uniéndola a la península arábiga en lugar de a Rusia.

Levanté la mano para hacérselo saber.

Insistió en que tenía razón.

Robert y yo nos encogimos de hombros y esperamos más indicaciones.

Cuando la profesora fue a comprobar el trabajo de todos, vio lo que Robert y yo habíamos hecho, colocando Europa donde creíamos que debía ir en lugar de donde ella nos había dicho que la colocáramos.

Con el rostro fruncido, arrancó el globo terráqueo de mi mesa, arrancó Europa y lo pegó a la península arábiga, regañándome por ser desobediente.

Ese fue el día en que aprendí a dejar de confiar en la autoridad.

Tenía nueve años.

Pensaba que los profesores debían ser más inteligentes o, al menos, estar más informados que yo. Si esta profesora se equivocaba en una cosa, ¿en qué más podría haberse equivocado? ¿Cómo podía confiar en que todo lo que nos enseñaba era correcto?

Stephen Bay es el pastor de Newsong Kids. Puedes ver más de sus escritos en www.ransomedlife.com

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